Música y Literatura en la construcción de la República de Colombia
Por: Francisco A. Cifuentes S.
Introducción: Panorama político, social y jurídico
Aquí se pretende articular la música y la literatura en la historia de Colombia a principios del siglo XIX, cuando apenas se estaba conformando la República y se daban los elementos culturales que devendrían en un proceso vivo aún no concluido para la configuración de la llamada identidad nacional.
Los inicios del siglo XIX en Colombia están marcados por la lucha e independencia del Imperio Español (1810-1819), el período de la llamada “Patria Boba” (1810-1816), la barbarie de Pablo Morillo (1815-1820), la conformación de “La Gran Colombia” (1819 a 1831) y su respectiva disolución; para emprender propiamente el camino republicano desde la denominada “República de la Nueva Granada” hasta la construcción propiamente dicha de la “República de Colombia”. Pero para alcanzar este estatus de modelo político y jurídico tuvimos que pasar por una serie de conflictos y guerra civiles producto de los cuales emergerían varias constituciones: 1810, 1811, 1812, 1821, 1832, 1843, 1853, 1858, 1863 y 1886, en las cuales se fueron conformando una serie de divisiones territoriales como estados, provincias, regiones, cantones, parroquias, municipios, departamentos y distritos hasta alcanzar el actual perfil territorial nacional.
Otros procesos contribuyeron de manera sustancial a esta construcción nacional y republicana, tales como: La lucha entre los partidarios del modelo centralista de gobierno y las propuestas federalistas de conformación de la República; los enfrentamientos entre las propuestas económicas proteccionistas y las librecambistas; la lucha por el poder entre bolivarianos y santanderistas, la formación de los partidos políticos liberal y conservador, la aparición y actuación del denominado “Olimpo Radical”, el surgimiento de los republicanos y los regeneracionistas.
El aspecto cultural de la nación en ciernes estuvo muy relacionado con las guerras religiosas para determinar la relación entre la fe católica tradicional y el nuevo Estado, igualmente sería relevante la lucha por el control de la educación y la distinción entre educación religiosa y educación laica.
Los estamentos y actores de la sociedad de finales de la Colonia e inicios de la República serían los españoles, los criollos, los comerciantes, los esclavistas, los hacendados, el clero, los letrados, los artesanos, los campesinos, los indígenas y los negros esclavizados y posteriormente libertos. Esta polifonía social, política y económica marcaría toda la cultura de una larga época dándole el perfil a la identidad cultural de la nación durante el siglo XIX.
La riqueza cultural del siglo XIX colombiano
Siempre hemos contado con una magnífica diversidad regional y cultural que se manifiesta en la sensibilidad de las personas y las comunidades y, por supuesto en las expresiones de los escritores y artistas colombianos hasta nuestros días. Por eso, lo que se puede catalogar como las músicas de los inicios de la República, estaría integrada en primer lugar por un legado milenario de aires selváticos, con instrumentos muy naturales, celebraciones rituales, agrarias y festivas agrupadas en lo que algunos califican como “músicas de indios”. Con la importación forzosa de mano de obra negra africana, al mosaico cultural nacional se le agregaría una aportación musical fundamental que hasta hoy nos define con alegría, sabrosura y una riqueza melódica y temática incalculable. A esto, en sus inicios, se le denominaría genéricamente como “músicas de negros”; hoy se le da el calificativo de música del pacífico colombiano, música del caribe colombiano, música afro y música antillana. Los instrumentos de percusión y viento serían los distintivos de estos bellos aportes de indígenas y afros.
Un caso muy especial por lo representativo que se convirtió en todo el país y el mundo es la cumbia, un aire musical cuyo nombre proviene del término africano “kumbe” y que denota la gran influencia de la cultura que llegó con las negritudes esclavizadas en la época colonial, pero que se fue articulando a la sensibilidad y la cultura indígena, posteriormente engrosada con la europea. Se formó principalmente en la Costa Caribe colombiana y fue extendiéndose por toda la República hasta alcanzar la categoría de aire nacional. En sus inicios fue ejecutada básicamente con percusión, vientos, coros y una coreografía elemental, sencilla pero colorida que en adelante se engalanaría mucho más.
La música europea vino con los españoles, se afincó durante todo el período colonial y vertería estilos, danzas, coreografías, melodías, instrumentos y temáticas a los llamados aires nacionales: la guitarra, el violín, el piano, la viola, el contrabajo, el clarinete, el arpa, la danza, la contradanza, el vals, el minuet, el lied y el barroco aumentarían la riqueza cultural y musical colombiana.
Con estos elementos étnicos, musicales e instrumentales se formaría la “música criolla” con expresiones como el romanticismo, cierto clasicismo, el nacionalismo; la música de banda marcial, escolar y pueblerina; el bambuco y la clasificada como música andina colombiana, la cumbia, la música llanera y el vallenato. La música de los Llanos Colombo Venezolanos ya se escuchaba en los tiempos de la Campaña Libertadora y el vallenato venía del centro de la Guajira según lo relata Gabo en Cien Años de Soledad y otros investigadores desde finales del siglo XIX.
Las instituciones musicales fueron muy importantes para la educación de los nuevos artistas en materia de cualificación del canto, la lectura del pentagrama y la experticia instrumentales igualmente para la formación de públicos, así fueran muy reducidos. Es de aclarar que existieron en el siglo XIX colombiano varias tertulias en las cuales se discutían temas políticos e intelectuales al calor de la música y la danza, hasta que surgieron “Sociedades Musicales” de aficionados, cultores y promotores dándole un papel muy importante a la pedagogía. Así se crearon posteriormente la Academia Nacional de Música (1882) fundada por Jorge W. Price hijo de Henry Price quien ya había creado la Sociedad Filarmónica (1846); la Sociedad Lírica (1848), la Escuela Nacional de Música en 1882 y el Conservatorio Nacional de Música en 1903 dirigido por Guillermo Uribe Holguín, en Bogotá.
A lo anterior es necesario agregarle la música sacra que se creaba en los conventos capitalinos y regionales, la que se escuchaba en los templos católicos y la que se entonaba en gran parte de las instituciones educativas de modelo internado principalmente en liturgias y otras celebraciones. Estas eran fundamentalmente del género oratorio y barroco venidas de España e Italia principalmente. Esto poco trascendía allende las fronteras conventuales, educativas y de las iglesias; pero se sabe que eran principalmente cantos y alabanzas místicas interpretadas por coros y con acompañamiento de piano.
La literatura de los inicios de la República
La literatura y la música como principales manifestaciones de la cultura popular y la letrada se retroalimentaban y así fueron enriqueciendo el panorama capitalino y el de algunas capitales y provincias de los Estados regionales. Expresiones marcadas por la influencia europea del neoclasicismo, el barroco y el romanticismo aclimatados en Latinoamérica.
En esta línea es de resaltar el papel de Don Antonio Nariño (1765-1823) con su tertulia, su periódico, su imprenta y sus escritos políticos. Camio Torres (1766-1816) un intelectual con aportaciones a la causa política y Luis Vargas Tejada (1802-1829) como poeta y dramaturgo. El caso de Rafael Pombo (1833-1912) es muy importante como poeta, narrador y fabulista de carácter nacional con algunas de sus mejores piezas musicalizadas, incluyendo óperas, bardo que aún sigue vigente en la cultura contemporánea del país. En Antioquia Gregorio Gutiérrez González (1826-1873) se distinguió como poeta con su “Memoria del Cultivo del Maíz en Antioquia” trascendiendo a toda la nación con un aporte a la identidad del país. Don Tomás Carrasquilla (1858-1940) con “La Marquesa de Yolombó” y “Frutos de mi tierra” también daría a conocer el paisaje y las costumbres regionales con extensión para toda la nación como hoy se le reconoce. La novela “Manuela” de José Eustasio Diaz Castro publicada por entregas en el periódico “El Mosaico” en 1856 y después en París en dos volúmenes en 1889. Y el culmen sería con la aparición de “María” en 1867 escrita por Jorge Isaacs, que además fue militar y escribió sus memorias de la contienda. Todo lo anterior sin perder de vista lo que se conocía como “Cuadros de Costumbres”, entre otros “Los toros de Fucha” de la autoría de Eugenio Díaz Castro publicada en 1854 en “El Mosaico”.
Con esta literatura se echarían las bases para la identidad nacional dando a conocer y valorando la naturaleza y el paisaje no solo de la Sabana de Bogotá sino de muchas regiones de Colombia. Igualmente, haría la promoción de valores, principios y mostraría las costumbres de la sociedad en diferentes estratos. Pero también daría cuenta de las controversias y problemas políticos y sociales.
Los periódicos y las revistas también harían su aporte al nacimiento de la cultura nacional, principalmente la Bagatela (1811-1812), Argos (1823), La Miscelánea (1825), la Gaceta de Colombia (1821-1831) y El Mosaico (1858-1872) en la medida en que allí se publicaban las noticias, las columnas, los escritos, los poemas y las caricaturas de la época; dándole voz tanto al sistema como a los críticos de turno. Allí se fraguaría parte de la literatura hoy conocida como tal y se publicarían muchas piezas musicales.
Todo lo anterior contribuiría a la creación de la Academia Colombiana de la Lengua en 1871 siendo la primera en América fundada por José María Vergara y Vergara, Rufino José Cuervo y Miguel Antonio Caro que en su calidad de escritores, lingüistas y gramáticos se dedicarían al estudio del castellano, a sus giros americanos y colombianos y a la promoción de nuestra literatura.
Para la formación de la cultura en el siglo XIX en Colombia sería de capital importancia el funcionamiento de las universidades que venían de tiempos coloniales como la Santo Tomás de Aquino (1580), el Colegio Mayor del Rosario (1653) y la Javeriana (1623) con sus diferentes vaivenes dada la lucha entre las diversas ideologías nacientes en la República; pero a ello hay que agregar la Universidad de Antioquia (1803), la Universidad de Cartagena (1827) y la Universidad Nacional (1867). En ellas florecería parte de la literatura, la música, la jurisprudencia y los liderazgos políticos de varias épocas.
Los músicos más importantes y sus temas
El movimiento nacionalista y el romanticismo latinoamericano jugarían un papel muy importante en la creación musical de la Colombia de los inicios de la República. Hubo casos muy especiales en los cuales se combinaba el ejercicio militar al lado de los guerreros independentistas con el oficio de músicos, por ejemplo, Juan Antonio Velasco, Nicolás Quevedo y José María Cansino quienes ambientaban los pocos descansos de las tropas u honraban las victorias. Así, “La Libertadora” fue una contradanza compuesta por Silverio Añez para recibir al General Simón Bolívar en Bogotá después de la Batalla de Boyacá; mientras la melodía de “La Vencedora” es de autor anónimo, pero estaba en el ambiente de inicio del siglo XIX.
Los músicos más importantes del siglo XIX que hoy calificaríamos como de tipo académico son los siguientes: Enrique Price, José Ignacio Perdomo, José Joaquín Guarín, Ignacio Figueroa, Manuel María Párraga, Jesús Buitrago, José María Ponce de León, Julio Quevedo, Anastasio Bello, Manuel Briceño, Pietro Crespi precisamente el profesor de música citado en Cien Años de Soledad y Oreste Cindici compositor del Himno Nacional de Colombia, además de las obras “Venite Filii” y “Sancta María”.
Obras como “Valse” de María del Carmen Cordovez, “El Granadino” de Joaquín Guarín y “La Nueva Amistad” de Santos Quijano fueron publicadas entre 1848 y 1849 en El Neogranadino. “La Aurora” de Daniel Figueroa, “Valse” de Manuel María Párraga y “Virginia” de María de Quijano fueron obras publicadas en El Mosaico entre 1859 y 1860. Todos estos eran periódicos donde entre otras publicaciones aparecerían composiciones de la época, combinando así periodismo, política, literatura y música como fuentes para la construcción de la cultura republicana nacional.
Ya en el terreno de la educación y la pedagogía musical a Gabriel Angulo en 1896 se le deben los “Estudios Musicales”, las “Lecciones Musicales” a Alejandro Agudelo en 1858 y a Juan Crisóstomo Osorio la publicación de un “Diccionario de Música” donde ya cita el bambuco, el torbellino, la bandola y el tiple. Mientras a Vicente Vargas de la Rosa, Martínez Montoya y Santos Cifuentes se les deben textos técnicos con teorías acústicas, estéticas, históricas y metodológicas para la enseñanza de la música.
De otro lado, se conoce el denominado “bambuco viejo” que algunos lo catalogan como originario del Cauca y de la Costa Pacífica. De todos modos, con los aportes de otras regiones del país como el Valle del Cauca, Antioquia y el altiplano, el bambuco jugó un papel muy importante en la construcción de la nacionalidad colombiana como emblema identitario, que ayudó a crear una conciencia colectiva y a representar la cultura popular. Se fue institucionalizando a partir de los eventos públicos en los cuales se ejecutaba, además de las tenidas privadas y las celebraciones campesinas y pueblerinas. Este también fue el caso del pasillo, el torbellino y otros aires nacionales.
La figura icónica de Pedro Morales Pino (1863-1926) es la que articula lo clásico y lo popular en sus composiciones tales como: Ana Elisa, Los Lunares, Mar y Cielo y Voces de la Selva en la categoría de valses; los pasillos Joyeles, Confidencias, Intimo, Lejanía y Pierrot; los bambucos El Fusagasugueño, Cuatro Preguntas y Trigueña además de danzas, suites e intermezzos.
Paralelamente se destacó el compositor Luis Antonio Calvo (1882-1945) con sus famosos Intermezzos Números 1, 2 y 3. pero sus aportes serían más conocidos durante la primera mitad ya del siglo XX.
Los Símbolos Patrios y la identidad nacional
El ideario identitario nacional que se fue configurando con la literatura y la música al lado de la religión, una educación mixta entre religiosa y laica, los partidos políticos liberal y conservador, la lengua castellana y sus variaciones criollas; los elementos de las culturas indígenas, africanas y europeas principalmente española, la definición de un estatus constitucional y jurídico, la combinación de los modelos económicos proteccionistas y librecambistas, la adopción de un sistema centralizado de gobierno y una división política que paso de Estados Soberanos a Departamentos, son los elementos fundamentales para la definición de la República de Colombia, la cultura y la identidad nacional.
De todo lo anterior sobresalen el Escudo de Colombia adoptado el 9 de mayo de 1834 durante el gobierno del general Francisco de Paula Santander; la definición de la Bandera de Colombia adoptada oficialmente el 26 de noviembre de 1861; la creación del Himno Nacional de Colombia, gracias a Rafael Núñez quien inicialmente escribió un poema para su natal y querida Cartagena de Indias en 1850 y después se adaptó para el Himno Nacional en 1883. Por su parte el italiano radicado en Colombia por varias décadas Oreste Síndici compuso 17 versiones hasta finalizar la última en 1887, el que fuera oficializado el 18 de octubre de 1920 por la ley número 333.
Conclusión: Las nuevas representaciones culturales
De esta largo y complejo siglo XIX salió el perfil colombiano que se acabó de configurar dentro del siglo XX, marcado por una serie de violencias políticas, económicas e ideológicas de las cuales aún en el XXI no hemos podido salir. Las discusiones constitucionales y jurídicas ahora en boga, la presión de los poderes regionales y su indefinición, la emergencia de culturas populares y urbanas, la permeabilidad de las culturas mundiales gracias a la globalización y al mundo digital, la aparición constante de nuevos credos religiosos, la irrupción de las nuevas ciudadanías; la creación de una gran literatura, variados géneros musicales y un magnífico arte que nos representan a nivel mundial constituyen el panorama cultural, nacional y republicano, que a pesar de todo tiene una riqueza y una resiliencia para afrontar las desigualdades, el caos mundial y el cambio climático.
Francisco A. Cifuentes S., Miembro de la Academia de Historia del Quindío.
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