lunes, 1 de septiembre de 2025

NOTAS VARIADAS

Hacia un nuevo orden financiero: el BRICS y la necesidad de una moneda de reserva alternativa

Por: Carlos Julio Díaz Lotero 

La discusión sobre la creación de una moneda de reserva mundial alternativa al dólar ha resurgido con fuerza en el marco del BRICS ampliado. Este debate no es nuevo: sus raíces se encuentran en las luchas anticoloniales y en los esfuerzos del Sur Global por construir un nuevo orden económico internacional más justo. Desde la Conferencia de Bandung de 1955 hasta los planteamientos recientes de líderes como Lula Da Silva y el economista brasileño Paulo Nogueira Batista Jr., se mantiene la búsqueda de un sistema monetario y financiero que priorice la producción y el desarrollo, en lugar de la especulación.

El sistema monetario internacional establecido en la Conferencia de Bretton Woods instauró un régimen de paridades fijas. Bajo este mecanismo, el dólar estadounidense se anclaba al oro a una tasa invariable de 35 dólares por onza troy, mientras que las demás divisas definían su valor en relación fija con el dólar, permitiéndose únicamente fluctuaciones marginales. Estas paridades, derivadas de la equivalencia oro de cada moneda nacional, reflejaban en última instancia la capacidad estructural de sus economías domésticas.

En este esquema, basado en reservas de oro, el dólar se consolidó como la moneda hegemónica en el comercio internacional; sin embargo, su valor dependía principalmente de la confianza en el poderío económico de los Estados Unidos en la posguerra, y no del oro, cuya función era, sobre todo, otorgar estabilidad al sistema de cambios internacionales.

El régimen de paridades fijas resultó decisivo para canalizar el crédito hacia el desarrollo de infraestructura y la industria manufacturera, dando origen a la etapa de mayor prosperidad del siglo XX, conocida como la “edad de oro” del capitalismo.

Este sistema colapsó en agosto de 1971, cuando el presidente Nixon desacopló el dólar del oro, dando paso a un sistema de tasas de cambio flotantes. Este cambio ha generado una “orgía especulativa” que ha llevado a profundas distorsiones en la economía global. El dólar, como moneda de reserva, otorga a Estados Unidos un enorme poder en el comercio y las finanzas, al punto de ser utilizado como arma de guerra contra países que no se alinean con las políticas neoliberales y los intereses geopolíticos de Occidente.

Orígenes históricos del espíritu anticolonial

La Conferencia de Bandung marcó el nacimiento de un espíritu de unidad y soberanía frente al colonialismo y al dominio de las potencias occidentales. Este impulso se expresó luego en el Movimiento de Países No Alineados, que promovía la independencia política y económica. Posteriormente, en la Conferencia de Colombo de 1976, se planteó la creación de un Fondo de Desarrollo como base de un orden económico más equilibrado.

No obstante, estas iniciativas fueron duramente confrontadas. El asesinato de líderes como Ali Bhutto en Pakistán e Indira Gandhi en India, así como golpes de Estado y atentados, mostraron la resistencia de las élites globalistas a la consolidación de proyectos soberanos. Además, los países del Sur carecían entonces de la fortaleza económica y tecnológica para sostener un paradigma alternativo de desarrollo.

China y el renacer del proyecto anticolonial

El ascenso de China como potencia económica y tecnológica ha modificado profundamente este escenario. Su desarrollo ha contribuido a que los ideales de Bandung encuentren hoy un terreno fértil para hacerlos realidad. En primer lugar, se necesita una moneda de reserva internacional que no sustituya a las monedas nacionales, evitando así el error cometido con el euro, el cual eliminó la soberanía monetaria de los países europeos, hoy sumidos en una profunda crisis. Tampoco debe repetirse el desacierto del dólar, que, al fungir como moneda de reserva mundial, concede a un solo país un poder desproporcionado sobre el resto del planeta.

En segundo lugar, este nuevo modelo debe recuperar la inversión productiva en infraestructura y ciencia y tecnología, con el objetivo de mejorar la eficiencia de los procesos productivos. Así mismo, es fundamental introducir en la matriz energética fuentes de energía más densas, como la nuclear, capaces de garantizar un aumento constante de la productividad del trabajo.

Este nuevo modelo debería inspirarse en los principios de Bretton Woods, fundamentados en paridades fijas, pero evitando convertir una moneda nacional —como ocurrió con el dólar— en divisa de reserva. Dicho sistema brindó estabilidad a la inversión productiva hasta su colapso en 1971, cuando el presidente Nixon desvinculó al dólar del oro. El posterior régimen de cambios flotantes favoreció las inversiones especulativas a corto plazo, creando un “cáncer” conocido como derivados financieros. Estos instrumentos, junto con los bonos basura y las deudas impagables, han inflado una burbuja de más de dos mil billones de dólares, llevando al planeta al borde de un colapso financiero global sin precedentes.

Esta situación ha provocado un debate sobre la necesidad de un nuevo orden monetario internacional que garantice intercambios comerciales más fluidos y flujos de crédito para la inversión productiva, algo que el actual sistema del dólar ya no puede realizar.

El BRICS y la búsqueda de alternativas

En este contexto, el economista brasileño Paulo Nogueira Batista Jr. sostiene que el BRICS debe desarrollar alternativas al sistema financiero internacional actual, dominado por Occidente. En su artículo “A cúpula do Brics no Rio” (publicado en Folha de S.Paulo, 7 de julio)[i], argumenta que el BRICS necesita mecanismos financieros independientes.

Batista Jr. resalta la postura del presidente Lula da Silva, quien ha defendido la creación de una moneda alternativa para las transacciones internacionales. El planteamiento no busca destruir deliberadamente la divisa estadounidense, sino ofrecer opciones viables a un sistema que se percibe como ineficiente, manipulado y ajeno a las necesidades del Sur Global. Las cumbres del BRICS emergen, en consecuencia, como espacios estratégicos de cooperación Sur-Sur, donde se debaten los caminos hacia una nueva arquitectura financiera internacional.

El BRICS ha desarrollado una serie de plataformas financieras y tecnológicas innovadoras para facilitar el comercio en monedas locales y reducir la dependencia del dólar estadounidense. Entre las más destacadas se encuentran:

BRICS Pay: Este sistema de pago permite que ciudadanos y empresas de los países miembro realicen y reciban pagos transfronterizos de manera sencilla utilizando sus propias monedas nacionales. Actúa como un “puente” entre los distintos sistemas de pagos nacionales, evitando la necesidad de convertir las operaciones a dólares.

Proyecto mBridge: Esta es una plataforma multilateral de monedas digitales de bancos centrales (MDBC) para pagos mayoristas (entre bancos comerciales de distintos países). Desarrollada conjuntamente con el BIS[ii] (Banco de Pagos Internacionales) y otros socios, permite realizar liquidaciones transfronterizas directas y en tiempo real utilizando MDBC como el e-CNY o el e-HKD[iii]. Esto elimina los intermediarios y reduce los costos y el tiempo de las transacciones internacionales.

BRICS Clear (o Cámara de Compensación BRICS): La propuesta de una cámara de compensación común tendría como objetivo centralizar y liquidar las operaciones comerciales entre los miembros. En lugar de que cada transacción pase por sistemas de compensación en dólares (como SWIFT[iv] para mensajería y CHIPS[v] para clearing), BRICS Clear permitiría compensar pagos e ingresos en las monedas de los países del bloque, neteando las operaciones para minimizar el flujo de divisas reales y la exposición al dólar.

Si bien estas plataformas son fundamentales para avanzar en la desdolarización del comercio, como señaló Vladimir Putin en la cumbre de Kazán, todavía es necesario crear mecanismos eficaces que impulsen la inversión, condición previa y generadora de dicho comercio. En este sentido, la propuesta de Putin plantea establecer una plataforma que facilite los flujos de capital y la financiación de proyectos productivos entre los miembros del BRICS.

Aunque se desconocen los detalles operativos de esta nueva plataforma, el debate en curso sobre la posible creación de una nueva moneda de reserva común está intrínsecamente ligado a esta propuesta. Dicha moneda sería el instrumento ideal no solo para comerciar, sino también para invertir, conceder créditos y mantener reservas, sentando las bases definitivas para un ecosistema financiero al servicio de la producción.

La nueva moneda de reserva, más que un instrumento para el comercio, debe servir como motor de un flujo de crédito orientado al desarrollo. La cuestión central no radica en el nombre de esa moneda, sino en cómo se emitirá el nuevo crédito destinado a proyectos productivos. Aunque las monedas nacionales y plataformas como BRICS Pay, mBridge o las monedas digitales de bancos centrales facilitan transacciones sin depender del dólar, lo esencial en economía es la capacidad de emitir crédito no solo para producir, sino también para elevar la productividad del trabajo. Esto abarca tanto el crédito nacional —como el que Brasil promueve a través de su banca de fomento[vi]— como la creación de nueva moneda destinada a financiar proyectos de infraestructura a escala global. La infraestructura trasciende la mera construcción de trenes o carreteras. Representa una transformación profunda que implica la adopción de nuevas plataformas tecnológicas y avances revolucionarios en los métodos de producción. El objetivo fundamental es tejer redes interconectadas —industriales, energéticas y digitales (como la fibra óptica)— para elevar la productividad económica de manera integral.

Esta sinergia entre infraestructura y tecnología actúa como el principal motor de la productividad, un fenómeno análogo al impacto que tuvo la invención de la electricidad, la cual permitió la mecanización masiva de los procesos productivos. Del mismo modo, la transición hacia fuentes de energía más potentes y eficientes, como la nuclear, aumenta radicalmente la densidad del flujo energético disponible. Este salto cualitativo en la base energética se traduce, a su vez, en un incremento directo de la productividad del trabajo.

La premisa central es que lo que impulsa la economía es la capacidad humana de crear nuevos conceptos para descubrir principios universales y aplicarlos a los procesos productivos. La propuesta de Putin en la cumbre del BRICS en Kazán, de crear una plataforma de inversiones, y la propuesta de Lula, de una nueva moneda de reserva, apuntan en esta misma dirección.

La creación de una moneda de reserva alternativa no es un ataque contra el dólar, sino una necesidad histórica para garantizar estabilidad, desarrollo y justicia en un mundo cada vez más multipolar.

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